domingo, 26 de mayo de 2013

Las mejores frases de ‘El Caballo de Montreal’



“La estrategia es ahorrar los recursos, estudiar donde ponerlos y después exprimirlos”. 

“Corro porque me motiva sentir el aliento del contrincante que va detrás de mí”. 

“Sin la Revolución (liderada por Fidel Castro) yo no hubiese sido nadie viniendo de una familia tan modesta como son mis padres. Se lo debo todo a la Revolución”. 

“Cuando fui a los JJ.OO. de Montreal yo llevaba una ventaja, nadie contaba conmigo porque yo no tenía historia. Se preguntaban: ¿quién es el jabado (mezcla de negro y rubio) grande ese, con unas medias de baloncesto tan altas, que mide 1.90 y está tan flaquito?”.

"Mucha disciplina y mucho coraje a la hora de competir. Hay que pensar siempre que por encima de ti no hay nadie. Con respeto para los rivales, pero confiando en que puedes lograr un gran resultado". 

"En el deporte no hay secretos ni misterios, sino sacrificio y entrega total. Para ser cada vez mejores, hay que serlo en el entrenamiento".

"Los campeones olímpicos y mundiales no brotan espontáneamente a cada momento. Pero en el pueblo hay talentos; lo que hay que hacer es dar con ellos y... trabajar". 

                  

¡Corre como Juantorena!



Mirando retrospectivamente, se puede afirmar que el éxito conseguido por Alberto Juantorena en Montreal marcó un antes y un después para el atletismo en Cuba. Después de sus títulos olímpicos, el atletismo de ese país se nutrió de muchos jóvenes que garantizaron el relevo en ese deporte. 

Si Cuba es hoy en día un auténtico bastión deportivo es en gran medida gracias al esfuerzo y sacrificio de atletas como Juantorena. Para muchos, Juantorena encarna lo que en la Isla suelen llamar la esencia del “deporte revolucionario”: una relación de triunfos, emociones, intransigencias y superación de un pueblo que siente y padece. 

La política nunca le fue ajena a Juantorena, quien siempre se declaró admirador de Fidel Castro y la Revolución Cubana, a quienes no dudó en dedicar varias de sus victorias. “Sin la Revolución yo no hubiese sido nadie viniendo de una familia tan modesta como son mis padres. Se lo debo todo a la Revolución”, dijo en algún momento.

Dejando de lado la política, tres décadas después de su retiro Juantorena sigue siendo considerado un coloso del atletismo cubano y mundial. Es admirado por sus compatriotas no solamente por lo que hizo cuando era un deportista en actividad, sino porque hoy en día sigue recorriendo las ciudades de la Isla promoviendo el deporte popular en los barrios, entre niños y jóvenes cubanos, sin apenas recursos para ello.

Ver a su héroe en persona resulta un aliciente muy grande para que cualquier cubano empiece a correr y hasta su solo nombre es motivo de estímulo para los futuros atletas. Y es que habrán pasado ya muchos años desde su gesta olímpica pero todavía hoy en día, para desafiar a sus pupilos, los entrenadores usan esta frase: “Corre como Juantorena”. Todos en Cuba saben exactamente qué significan esas palabras.   
    
                    

Cargos, reconocimientos y biografías



Tras poner fin a su carrera profesional, Alberto Juantorena se licenció en Economía. Animoso seguidor de la revolución cubana, el gobierno lo designó en diferentes cargos vinculados al deporte. En la actualidad, ‘El elegante de las pistas’ es Vicepresidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), Presidente de la Federación Cubana de Atletismo y miembro del Comité Olímpico Internacional. 

En años recientes, Juantorena ha recibido varias -y merecidas- condecoraciones por su extraordinaria carrera deportiva. Tal vez la más significativa para él fue la que le confirió la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) que en el 2012 lo incluyó en su Salón de la Fama. 

Asimismo, el año pasado, con motivo de los JJ.OO. de Londres 2012, el nombre del ‘Caballo de Montreal’ fue puesto de manera temporal a una de las 361 estaciones de metro de la ciudad londinense.  

Por otro lado, en 1985, Enrique Montesinos escribió un libro biográfico sobre el atleta cubano titulado “Alberto Juantorena ¡Astro y ejemplo!”. 

              

Hay golpes en la vida...



Si 1977 significó para Juantorena la reafirmación de su hegemonía en las pistas, 1978 sería el inicio de una serie de golpes durísimos que pugnarían por mellar el espíritu combativo del cubano. El primero de ellos fue la sentida partida de su mentor y entrenador Zygmunt Zabierzowski, quien más que un técnico fue como un verdadero padre para Juantorena. 

Pese a esa estocada, Alberto Juantorena sacó fuerzas de flaqueza y se proclamó campeón en el Campeonato Centroamericano y del Caribe en Medellín con un tiempo de 44, 27, a una centésima de su mejor marca en los 400 metros. 

De allí en adelante, Juantorena tuvo que enfrentarse a otro feroz enemigo: las lesiones. Aquel implacable adversario propició que no tuviera un gran rendimiento en los Juegos Panamericanos, ni en los JJ.OO de Moscú (1980) donde quedó cuarto. Tozudo como él mismo, Juantorena se rebeló frente a las adversidades y ganó en los 800 metros en los  Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1981 y 1982. 

Al año siguiente, una nueva e inoportuna lesión lo marginaría de seguir en competencia en el mundial de Helsinki. Juantorena había pasado la primera ronda en los 800 metros, pero luego se retiró al sufrir una lesión en su tobillo derecho. El admirado atleta no pudo contenerse y se echó a llorar de rabia y de dolor. En 1984, ‘El elegante de las pistas’ le dijo adiós al atletismo. 

Años más tarde, Juantorena explicaba así cuánto afectó en su rendimiento las constantes lesiones que sufrió: “En los años posteriores, del 80 al 84, me faltaba esa segunda velocidad, el tanque de reserva, no remataba con la misma capacidad de antes, esa capacidad que tenía al principio y en la mitad de mi carrera". 

          

En la repetición está el gusto



Al año siguiente de su gesta en Montreal, Alberto Juantorena reeditó su extraordinaria performance en distintos eventos internacionales.  

En la I Copa del Mundo en Düsseldorf, y teniendo como gran rival al keniano Mike Boit, al que no pudo enfrentarse en Montreal, Juantorena demostró una vez más que pasaba por el mejor momento de su carrera. La recta final entre ambos atletas es una de las más recordadas, cuyo desenlace fue la victoria, una vez más, del cubano Juantorena registrando un tiempo de 1:44:00. 

Días más tarde, Alberto Juantorena también lograría la presa de oro en los 400 metros con un tiempo de 45:36 segundos, igualando así su hazaña conseguida en Montreal al ganar en dos pruebas distintas en una misma competencia.

Asimismo, en los Juegos Mundiales Universitarios disputados en Sofía (Bulgaria), ‘El elegante de las pistas’ dominó de principio a fin la prueba de los 800 metros batiendo incluso su propia marca (1:43.44; es decir, 6 centésimas menos que el año anterior en los JJ.OO.).

Tales proezas le valieron para ser considerado por la Asociación Internacional de la Prensa Deportiva (AIPS) como el mejor deportista del mundo. Juantorena estaba, sin duda, en la cúspide de su carrera.

                   

Juantorena: “Me sentí el rey del mundo”



“Un día yo estaba en los entrenamientos y me dijeron que iba a correr 800 metros planos en los Juegos Olímpicos. Yo me asusté porque mi evento es 400, pensé que a lo mejor me canso en esto que no es lo mío y no voy a poder agarrar medallas ni en 4 ni en 8”. 

Así contaba Juantorena la reacción que tuvo cuando su entrenador le comunicó que competiría también en los 800 metros en Montreal. Pero ¿cuál fue la estrategia ideada por el polaco?  ‘El Caballo de Montreal’ lo cuenta así:

“Cuando fui a los JJ.OO. de Montreal yo llevaba una ventaja: nadie contaba conmigo porque yo no tenía historia. Se preguntaban: ¿quién es el jabado (mezcla de negro y rubio) grande ese, con unas medias de baloncesto tan altas, que mide 1.90 y está tan flaquito?”.

“Y esa ventaja la mantuve hasta el último momento pues por las eliminatorias te darás cuenta de que yo estaba en zona de clasificación entre el tercero o el cuarto, una sola vez alcancé el segundo. Eso era a propósito, fue la estrategia concebida y diseñada por mi entrenador”.

Pero la subestimación no fue la única clave de la victoria de Juantorena. El polaco Zabierzowski le había recomendado llevar desde el inicio un paso más rápido de lo normal en los 800 metros con la finalidad de agotar a sus contrincantes.

La estrategia tuvo el resultado deseado, aunque en un principio pareció desconcertar a Juantorena. “Al llegar primero a la meta sentí un susto tremendo, una inmensa alegría y una sorpresa grandísima. Yo, un desconocido sin historia en los 800 metros, al alcanzar medalla de oro en unos JJ.OO. me sentí el rey del mundo. Parece que vas a tocar el cielo con las manos”.

Según los especialistas, el valor de la proeza de Juantorena estriba en el hecho de que siempre se consideró que los 400 y los 800 m. eran dos pruebas totalmente incompatibles al más alto nivel, pues la primera era básicamente de velocidad y la segunda de medio fondo. Pero Alberto Juantorena demostró que se podía ser el mejor del mundo en ambas pruebas a la vez.

No hay primera sin segunda



Sus compatriotas seguían celebrando exultantes la medalla que había obtenido Juantorena tres días antes en los 800 metros. Él, en cambio, mantenía la concentración porque estaba a punto de disputar una nueva final, esta vez en su prueba favorita: los 400 metros. “Ya habrá tiempo para festejar”, habrá pensado ‘El elegante de las pistas’. 

En la final, desde la señal de partida, pasaron 44,26 segundos hasta que el primer atleta cruzó la línea de meta. Sí, era Juantorena, quien con los brazos en alto desataba, ahora sí, toda su alegría contenida por lo que estaba viviendo en esta cita olímpica. El resto del podio lo completarían los estadounidenses Fred Newhouse y Herman Frazier, plata y bronce respectivamente.

Al ganar en los 400 metros, ‘El elegante de las pistas’ se convirtió en el primer deportista en adjudicarse la medalla de oro en dos pruebas distintas y en los mismos JJ.OO.,  una memorable hazaña para esa época e inigualable hasta la fecha.

      

El nacimiento de una leyenda



“¿Está seguro, profesor?”, preguntó un absorto Juantorena. “Completamente”, respondió más serio que nunca Zabierzowski. El entrenador polaco había sorprendido a todos al inscribir a Alberto Juantorena para que compitiese también en los 800 metros nada menos que en los JJ.OO. de Montreal (Canadá, 1976). 

Juantorena, que en ese entonces frisaba los 26 años, era la principal carta de Cuba para conquistar una medalla dorada en los 400 metros, pero en los 800 era toda una incógnita, una apuesta arriesgada de Zabierzowski. A decir verdad, fueron pocos lo que creyeron que Juantorena tendría alguna posibilidad para ganar esa prueba.

Sin embargo, desde las etapas clasificatorias Juantorena fue convenciendo a los incrédulos de que no sería un convidado de piedra en esa prueba. A la par de sus geniales performances en los 400 metros, iba avanzando con una enorme seguridad en los 800 hasta llegar a instancias decisivas.

Llegado el día, Juantorena, que 24 horas antes había sellado su pase a la final en los 400 metros, dio el batacazo al vencer en los 800 metros a los archifavoritos Ivo Van Damme (Bélgica) y Rick Wolhutter (Estados Unidos) y se adjudicó la presea de oro, marcando además una nueva plusmarca mundial con un tiempo de 1:43,50, batiendo el crono que poseía desde 1973 el italiano Marcello Fiasconaro (1:43.70). El mundo entero empezaba a ver en Juantorena a un nuevo ídolo. Pero faltaba más.  

        

jueves, 23 de mayo de 2013

Empieza la cosecha de éxitos deportivos


Luego de su primera experiencia olímpica en Múnich, Juantorena volvió a los entrenamientos decidido a perfeccionar sus zancadas y mejorar el tiempo que hizo en la ciudad alemana. Había en él una determinación que su entrenador polaco no había visto antes. “Ha llegado el momento de saborear las mieles del éxito”, dijo Alberto. El técnico asintió. 

El 18 de agosto de 1973, en los Juegos Mundiales Universitarios de Moscú, Juantorena cruzó primero la línea de meta de los 400 metros con un registro de 45,4 y obtuvo así la presea de oro. “Maté dos pájaros de un solo tiro -pensó Juantorena-: gané la medalla dorada y mejoré mi tiempo”. Aquel logro le valió para ser reconocido como el Mejor atleta del año en Cuba y el Mejor Atleta del año en Latinoamérica. 

Eso no fue todo, pues dos años más tarde, en los Juegos Panamericanos de la Ciudad de México, volvió a subir al podio al obtener la presa de bronce, siempre en su especialidad favorita: los 400 metros. Su esfuerzo y sacrificio ya le estaban generando réditos deportivos, pero él sabía que la felicidad solo sería completa cuando viera flamear la bandera de su país en un podio olímpico. No iba a esperar demasiado para que viera cumplido aquel ardiente sueño. 

No hubo podio, pero sí un gran estreno


Los nervios del debut ya eran cosa del pasado. Ahora esperaba, con el sosiego de los experimentados, su próxima carrera. Para sorpresa de muchos, Juantorena se había instalado en las semifinales de los Juegos Olímpicos de Múnich, situación que había superado las expectativas de muchos de sus compatriotas. Pero no del mismo Juantorena, ni, claro está, de su entrenador. Ellos sabían que el arduo trabajo previo estaba dando resultados.

El colofón de su aventura olímpica no fue tan feliz como posiblemente soñó en la noche anterior a la carrera. Juantorena no pudo acceder a la final al terminar cuarto en una de las semifinales de los 400 metros con un tiempo de 46,07.  No obstante, esa descalificación no menguó sus ansias de gloria y siguió entrenándose con la confianza de quien está seguro de su potencial. Los grandes triunfos, estaba convencido, no tardarían en llegar. Y no se equivocó…

Múnich 72, la primera prueba de fuego


No pasó mucho tiempo para que un entusiasta Alberto Juantorena asimilara las sabias enseñanzas del entrenador polaco Zabierzowski. Su tesón y disciplina en los entrenamientos le sirvieron para que marcara, en más de una ocasión, interesantes registros en los 400 metros planos. Sosegado, a un costado del campo, el técnico avizoraba en su discípulo una promisoria carrera. “Llegará muy lejos”, pensó.   

En 1972, en una acostumbrada gira atlética, Juantorena tuvo una magnífica performance y terminó por ganarse la confianza de su mentor que lo incluyó en la lista de los 16 atletas (de campo y de pista) que representarían a la Isla en los Juegos Olímpicos de Múnich. 

Fue en esa cita olímpica que Juantorena tuvo su primer gran desafío. Había llegado el momento de demostrarse de qué estaba hecho, de saber cuán lejos podía llegar, de convencerse de que no se había equivocado al haber cambiado de disciplina. Era su primera prueba de fuego y él estaba dispuesto -y preparado- para dar pelea. 

miércoles, 22 de mayo de 2013

Juantorena, de basquetbolista a corredor



“De grande seré un gran deportista”, se prometió a sí mismo el pequeño Alberto. Años después, con la misma ilusión de su niñez, empezó a practicar el baloncesto. Su mentor fue Rafael Carbonell, un experimentado y exigente entrenador al que Juantorena le despertó una gran expectativa debido sobre todo a su gran estatura: 190 centímetros. Sin embargo, no pudo destacar pese a todos sus esfuerzos. ¿Fracaso? No, simplemente el destino le tenía deparado otro camino hacia la gloria. 

Y ese derrotero hacia su consagración estaba en el atletismo. El entrenador José Salazar vio en él condiciones innatas para destacar en las pistas. Fue él quien gestionó su pase para el atletismo, pero la decisión final recayó en el especialista polaco Zygmunt Zabierzowski, máximo responsable de los corredores cubanos. Bastó una sola prueba, ocurrida el 8 de marzo de 1971 en la pista del Estadio Pedro Marrero, para que el técnico europeo diera su visto bueno a quien sería después su más grande discípulo. 

Juantorena empezaba así una nueva etapa en su vida: el atletismo. 

Juantorena, leyenda viva del atletismo



Érase una vez un niño inquieto que, según su madre, “siempre andaba corriendo, incluso para hacer los mandados” y muchos años después asombraría al mundo al batir un récord olímpico. Érase una vez un larguirucho muchacho que soñaba con ser basquetbolista y terminó siendo una figura prominente del atletismo de su país. Su nombre es Alberto Juantorena Danger (Santiago de Cuba, 1950), uno de los más eximios atletas de la Isla, leyenda viva del deporte cubano y mundial. 

En el génesis de su carrera a Juantorena lo llamaban ‘El caballo’ por sus grandes y rapidísimas zancadas, pero su galope cadencioso le valió para que los comentaristas deportivos le atribuyeran un apelativo mucho más acorde con su forma de correr: ‘El elegante de las pistas’. Con mucho tesón y compromiso, Juantorena logró consagrarse en los Juegos Olímpicos de Montreal (1976) e inscribió así su nombre en letras doradas en la historia del deporte mundial.  

Pero esa gesta, sus comienzos en el atletismo, sus grandes hazañas deportivas y su aporte al desarrollo deportivo de su país lo sabremos en las siguientes publicaciones.