Mirando retrospectivamente, se puede afirmar que el éxito conseguido por Alberto Juantorena en Montreal marcó un antes y un después para el atletismo en Cuba. Después de sus títulos olímpicos, el atletismo de ese país se nutrió de muchos jóvenes que garantizaron el relevo en ese deporte.
Si Cuba es hoy en día un auténtico bastión deportivo es en gran medida gracias al esfuerzo y sacrificio de atletas como Juantorena. Para muchos, Juantorena encarna lo que en la Isla suelen llamar la esencia del “deporte revolucionario”: una relación de triunfos, emociones, intransigencias y superación de un pueblo que siente y padece.
La política nunca le fue ajena a Juantorena, quien siempre se declaró admirador de Fidel Castro y la Revolución Cubana, a quienes no dudó en dedicar varias de sus victorias. “Sin la Revolución yo no hubiese sido nadie viniendo de una familia tan modesta como son mis padres. Se lo debo todo a la Revolución”, dijo en algún momento.
Dejando de lado la política, tres décadas después de su retiro Juantorena sigue siendo considerado un coloso del atletismo cubano y mundial. Es admirado por sus compatriotas no solamente por lo que hizo cuando era un deportista en actividad, sino porque hoy en día sigue recorriendo las ciudades de la Isla promoviendo el deporte popular en los barrios, entre niños y jóvenes cubanos, sin apenas recursos para ello.
Ver a su héroe en persona resulta un aliciente muy grande para que cualquier cubano empiece a correr y hasta su solo nombre es motivo de estímulo para los futuros atletas. Y es que habrán pasado ya muchos años desde su gesta olímpica pero todavía hoy en día, para desafiar a sus pupilos, los entrenadores usan esta frase: “Corre como Juantorena”. Todos en Cuba saben exactamente qué significan esas palabras.
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