jueves, 23 de mayo de 2013

Múnich 72, la primera prueba de fuego


No pasó mucho tiempo para que un entusiasta Alberto Juantorena asimilara las sabias enseñanzas del entrenador polaco Zabierzowski. Su tesón y disciplina en los entrenamientos le sirvieron para que marcara, en más de una ocasión, interesantes registros en los 400 metros planos. Sosegado, a un costado del campo, el técnico avizoraba en su discípulo una promisoria carrera. “Llegará muy lejos”, pensó.   

En 1972, en una acostumbrada gira atlética, Juantorena tuvo una magnífica performance y terminó por ganarse la confianza de su mentor que lo incluyó en la lista de los 16 atletas (de campo y de pista) que representarían a la Isla en los Juegos Olímpicos de Múnich. 

Fue en esa cita olímpica que Juantorena tuvo su primer gran desafío. Había llegado el momento de demostrarse de qué estaba hecho, de saber cuán lejos podía llegar, de convencerse de que no se había equivocado al haber cambiado de disciplina. Era su primera prueba de fuego y él estaba dispuesto -y preparado- para dar pelea. 

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